¿Porqué este Blog?

Dios estaba allí… ¡Y Él nunca se equivoca!

El 5 de octubre, 2010 a la 1:30 AM perdí el amor de mi vida. Frances y yo fuimos dos corazones profundamente unidos en amor por más de 60 años, primero estuvimos de novios cerca de dos años y luego por casi 59 años como esposos. Ella nunca sintió un llamado a ser una esposa de pastor o una misionera a la Argentina, pero ella permaneció fielmente a mi lado, respaldando mi ministerio y siguiéndome hasta el " fin del mundo" porque "yo me casé con este hombre", y porque me amaba. Ella llegó a ser una misionera en el pleno sentido de la palabra, ministrando por más de cuatro décadas en diferentes situaciones, a veces detrás de un micrófono delante de miles de personas. Estoy profundamente agradecido que a Dios que nos unió. Dios estaba allí… ¡Y Él nunca se equivoca!

Ahora la extraño más de lo que las palabras pueden expresar. Pero ella no me ha dejado solo. Dios está conmigo de las maneras más sorprendentes. Y Él me ha llevado en mi mente a la cumbre de Monte Tabor en Portland, Oregón, adonde muchas veces escalé la escarpada senda cantando: "Yo quiero ser, lo que Él quiere de mi y entregarle todo mi amor… Completamente rendido al Señor en la senda que Él me trazó. Él Alfarero, yo barro soy. A su mandato rendido estoy. Yo quiero ser lo que Él quiera de mi y entregarle todo mi amor.” Desde esa colina un muchacho flaquito de 18 años clamó a Dios que lo guiara día tras día. Nunca oí una voz, pero cuando miro hacia atrás, veo como Dios milagrosamente nos guió en todo el camino. Dios estaba allí… ¡Y Él nunca se equivoca!

Y la historia aun no se ha acabado. Dios me hizo saber muy claramente, que, aunque oficialmente estoy retirado de las Misiones de las Asambleas de Dios, Él ha iniciado un "nuevo capítulo" en mi vida. ¡Yo debía regresar a ministrar en la Argentina! Exactamente un mes después del funeral de Frances, regresé a la Argentina, y pasé Noviembre y parte de Diciembre allí. Retorné a los Estados Unidos en diciembre y visité mi familia en Oregón y Washington. El 31 de diciembre, el día en que cumplí 79 años, no pude resistir la tentación de ascender mi colina de Monte Tabor.
El sendero estaba cubierto de hielo y tuve que caminar por el pasto para impedir que me resbalara. Ascendí por la misma escarpada colina. Solo, en la cumbre de mi colina secreta, mi Betel, una vez más levanté mis manos al cielo y derramé mi alma delante del Señor. Me presenté ante Él con mi corazón dolorido y quebrantado, y le dije una vez más, que le entregaba a Él todo lo que me quedaba. Una vez más busqué Su Divino Plan. No oí voces, pero una tremenda sensación de consuelo y poder inundó mi alma. Alguien, mayor que yo, me estaba llamando nuevamente a la Argentina, en donde oportunidades ilimitadas para el servicio de Dios me esperaban. Dios estaba allí... ¡y Él nunca se equivoca!

Al comenzar mi jornada comencé a comunicarme por vía electrónica con una amistad de la Argentina, que ha vivido por muchos años en los Estados Unidos. Esta correspondencia llegó a ser un registro constante de la obra de Dios que he compartido con otros. Finalmente, mi amigo Ken Horn, editor de la revista "Evangelio Pentecostal”, me animó de colectarlo en un "blog".

Pues, aquí vamos... Únase conmigo en la jornada de aventuras que están por delante.

Rafael Hiatt.