Fue tan hermoso ministrar el domingo a la mañana con un amigo de años, Pastor Rafael Pedace. Han comprado un edificio inmenso y lo están refaccionado como una hermosa iglesia.El viernes pasado me desperté muy temprano y de inmediato sentí que debía cambiar mi decisión de no aceptar la invitación de una hermana, Pastora Mancini, de otra iglesia en Buenos Aires. Yo ya le había dicho que había rechazado muchas otras invitaciones porque debo reservar mi voz este fin de semana al predicar solamente una vez el domingo por la mañana. Sentía que Dios me estaba diciendo que la llamara y le dijera que iba a venir el domingo por la noche, a pesar de todo. Ella estaba encantada con mi afirmación.Sucedió en esa iglesia que al terminar mi mensaje y recién comenzaba a hacer un llamado al altar, cuando un joven, Gustavo, que estaba allí por primera vez, levantó su mochila y se salió al pasillo. Yo pensaba que estaba tratando de escaparse por la puerta trasera, pero no... casi vino corriendo al frente. Parecía que estaba desesperado por tener a Dios en su vida. Yo me olvidé que tenía el acordeón amarrado a mi espalda hasta que me arrodillé para orar con él, para invitar a Cristo a su vida. Luego me abrazó tanto, ¡que parecía que no me iba a soltar! ¡Espero que Gustavo se prenda del Señor aún más!Luego hubo un poderoso servicio en el altar en que Dios hizo Su obra en muchos corazones, preparando a hombres y mujeres, jóvenes y aún niños para "aventuras celestiales" en su futuro.
Ya estábamos "recogiendo los pedazos", cuando un grupo de niños me rodearon y quisieron tomarse una foto conmigo! ¡Eso era algo que yo no podía pasar por alto!
¡El gozo recién comienza!
Rafael.