Esta noche me entró una llamada desde la Argentina. Era Hugo. Esta vez reconocí su voz y me deleité de oir de él y de su amada familia.
Sin embargo, la primera vez que me llamó (mes de julio 2006), me quedé sorprendido. Yo estaba visitando la Argentina juntamente con Frances, mientras servía como anfitrión de un maravilloso equipo de ministerio. Éramos unos treinta norteamericanos sentados en una larga mesa de un restaurante, disfrutando de una cena. Yo tenía un teléfono celular rentado, y solamente unos pocos pastores argentinos tenían mi número. Sonó el teléfono y contesté. Una voz desconocida en la línea dijo: "Hola, esto es Hugo." "¿Hugo? ¿Cuál Hugo?" (Pues conozco unos cuantos Hugos.) "Soy Hugo, ¿No se acuerda de mí? Yo soy Hugo, el mecánico que acostumbraba a reparar su auto. ¿No se acuerda cuando se le rompió la camioneta en la carretera y usted me llevó para repararla? ¿No se acuerda que por todo el camino usted me habló de Jesús; que oró por mí para que yo recibiera a Jesús?" De a poco comenzé a recordar. Pero ya habían pasado 17 años de esto. "Mi esposa le oyó predicar hoy en la radio y yo llamé a la iglesia para que me dieran su número telefónico." Ahora toda la familia de Hugo estaba sirviendo a Jesús y asistiendo a una de nuestras iglesias.
Poco después invitamos a Hugo a venir con su familia a visitar la iglesia de la isla. Yo tomé la foto de él con su esposa y sus cuatro hijas (arriba) en una mañana de neblina, antes de embarcarnos en la lancha, para el viaje de 3 horas. Dos de las niñas nos deleitaron y calentaron nuestros corazones con un maravilloso duo ese día.
Nuevamente, hoy volví a oir la voz de Hugo. Gracias, Señor. ¡Una vez más calentaste mi corazón esta noche!
Rafael.