Esta historia es verdad. Yo era un adolescente travieso, lleno de ideas. Casi todas las mañanas me despertaba al sonido de la monótona voz de mi padre, mientras oraba en la sala. Arrodillado junto al sofá, cubierto con su bata de baño, mi papá oraba por su familia. Papá trabajaba muy duro. Durante mucho tiempo en la época de la depresión, él mantenía dos trabajos... ¡16 horas por día! Con todo eso se levantaba muy temprano para tomar tiempo para arrodillarse a orar por su familia.
Mi hermano mayor y una de mis hermanas ya se habían volado del nido. Mis otras dos hermanas y yo dormíamos arriba en primer piso. A veces sucedía que bajábamos para desayunar y papá aun no se había ido. Le hallábamos cubierto con su bata de baño, arrodillado en oración.
Un día que papá ya se había ido, tuve una idea. Tomé unas almohadas e hice como la forma de mi papá arrodillado en oración ante el sofá y las cubrí con la bata de papá y las chanclas asomadas debajo de la bata... (semejante a la foto arriba). Me reía solo cuando mis hermanas vinieron bajando la escalera, ya caminando muy silenciosamente para no molestar a papá. Cuando por fin descubrieron que no era papá, me corrieron por toda la casa y terminamos riéndonos todos.
Recién años más tarde me dí cuenta que no podría haber hecho esa travesura si no hubiera tenido un papá que oraba por su familia todos los días. ¡Qué legado maravilloso!
Una amistad mía recientemente visitó a su nieto en la cárcel. El tuvo un padre extremadamente abusivo. Realmente no tuvo una oportunidad para la vida. ¿Dónde estaría yo si Dios no me hubiera concedido el precioso regalo de un verdadero legado cristiano? ¡Gracias papá!
Rafael