Saturday, January 24, 2015

¡Sálganse afuera, todos!"

Mi devocional personal, domingo 1-18-15 (Mi hogar)
Escritura:  Gén. 44-46                Lucas 18

Escritura:   Gen 45:1-5  José ya no aguantaba más.  "¡Sálganse fuera, todos ustedes!" les gritó a sus asistentes.  Quería estar a solas con sus hermanos cuando les revelara quién era él.  Luego se quebrantó y lloró con gran voz.  Sus sollozos resonaron por todo el palacio, y las nuevas fueron llevadas prontamente al palacio de Faraón.  "¡Yo soy José!", les dijo a sus hermanos.  "¿Vive aun mi padre?"  Sus hermanos quedaron atónitos, incapaces de hablar, al darse cuenta que José estaba allí, parado delante de ellos. "Vengan aquí", les dijo.  Por lo tanto ellos se le acercaron.   Y él les dijo nuevamente: "Yo soy José, vuestro hermano a quien vosotros vendisteis a Egipto.  Ahora pues, no os entristezcáis, ni os pese por haberme vendido aquí, pues para preservar vuestras  vidas me envió Dios delante de vosotros."  

Observación: Por un momento yo me imagino ser uno de los muchos asistentes que tenía José  como gobernador sobre todo Egipto.  No hemos sido informados que estos 10 y ahora 11 extranjeros del país de Canaán eran sus propios hermanos.  Relatos extraños circulaban entre sus sirvientes.  Por dos veces fuimos instruidos de devolverles el dinero dentro de las bolsas, y esta vez también su preciosa copa de plata.  Prontamente habían sido capturados como criminales con la evidencia del robo en la bolsa de Benjamín.  Nosotros sus asistentes no conocíamos la historia que había detrás de todo esto.  No podíamos comprender por qué José estaba poniendo a prueba a sus hermanos para ver si es que habían cambiado durante estos años pasados. 
Fue la ferviente plegaria de Judá que finalmente acabó con las dudas de José.  En años anteriores Judá había sido el jefe de sus hermanos, lleno de envidia y odio hacia su hermano José,  había convencido a sus demás hermanos de vender a José a una vida de esclavitud, y luego le mintió a su padre Jacob.   Ahora Judá estaba rogando por la vida de su padre ... y ahora estaba ofreciéndose  de permanecer por esclavo perpetuo de este gobernador egipcio para salvar la vida de su hermano Benjamín y de su padre Jacob.  

Eso era el colmo.  José está por explotar de emoción.  Tres cocineros estaban parados en la puerta de la cocina, espiando.  Media docenas de nosotros  asistentes estábamos contemplando con sumo interés a este intercambio de palabras colmadas de emoción.  José echa un vistazo por todo el ambiente y  ve nuestros ojos y oídos  escuchando atentamente a estas  nuevas de chismes.  "¡Sálganse fuera!  Todos ustedes!"  Por lo tanto salgo corriendo del cuarto y detrás de la puerta cerrada me encuentro con mis compañeros que me asedian con preguntas: "¿Qué es lo que pasó?" "¡El jefe siempre ha sido una persona tranquila y calmada y ahora de pronto parece que se ha vuelto loco!"  Apretamos nuestros oídos contra la puerta para poder oír algo de lo que pasa.  

¿Qué es lo que piensan los 11 hijos de Jacob?  "¡ Aquí llegamos al final!  Este poderoso hombre de Egipto nos va a hacer ejecutar a todos."  Pero en el mismo momento que el último de los asistentes sale y cierra la puerta detrás de sí, José se larga a llorar a gritos, y hablando en su lengua natal comienza a decirles:  "¡Yo soy José "  Hablando de un susto mayúsculo.  Primero, incredulidad.  Segundo:  Miedo.  Tercero, suspiros de alivio cuando José habla con amables palabras de perdón.  "Ustedes no me mandaron aquí , fue Dios".

Aplicación:  ¿Qué sucede cuando llegamos al final de nosotros mismos?  Estos hombres habían vivido bajo la carga de su culpabilidad por su hermanito, por quizá unos 15 años.  Le habían llevado a su padre el manto de José bañado en sangre y visto la angustia mortal del dolor de su padre.  Ahora les había llegado el final de su mundo, estaban aterrados... y confesándose entre ellos su culpabilidad, cuando de pronto se sintieron librados de la cárcel de la culpa hacia la libertad del increíble perdón.

¡Ese soy Yo!  Así es para cada pecador que entra en la presencia del Dios vivo, agobiado bajo la carga de su pecado.  Atrapados por nuestra culpa, tocamos fondo... nos arrepentimos, confesamos... y mientras que esperamos que se descargue sobre nosotros la sentencia, oímos la voz de Dios con palabras de perdón y limpieza, y de pronto estamos sentados junto a la mesa del banquete, disfrutando de Sus bendiciones sin fin.  

Oración:  ¡Oh, Dios del cielo!  ¡Cuánta gracia!  ¡Cuánta misericordia! ¡Cuánto amor derramado sobre nosotros indignos pecadores!  Condenados por a ser esclavos del pecado aquí en la tierra y encaminados a la eterna separación de nuestro Creador, de pronto recibimos la bienvenida a Tus amantes brazos para disfrutar de Tus bendiciones aquí en la tierra y eterna comunión contigo en el cielo.  ¡No hay nada que sea mejor que esto!  ¡Te adoro, Señor Jesús mi Salvador!  Esto nunca hubiera sido posible sin Tu sacrificio en la cruz del Calvario.   Ayúdame a compartir las buenas nuevas.  

Rafael.