Monday, April 8, 2013

¡Inolvidable!

Uno de los maravillosos privilegios que el Señor Jesús me ha dado, es poder ministrar con frecuencia a niños.  El sábado pasado tuve dos eventos para niños, uno después del otro.  El primero fue a las 14 horas en la ciudad de Comodoro Rivadavia, y el segundo en la ciudad balnearia de Rada Tilly, a solamente 25 kilometros de distancia.  Luego tenía que regresar a Comodoro Rivadavia para ministrar a los jóvenes a las 21:00.  Tres servicios en una tarde y la noche, era un poco demasiado para mi, pero tener la oportunidad de tocar estas vidas jóvenes quizás venga una sola vez en la vida para estos niños que viven en la Patagonia, así que aproveché esta oportunidad.  (Haced click en las fotos para ampliarlas.)


Nunca podría haber soñado lo que me esperaba.  Llegué a la 13:30 y me puse a hacer mis cosas de rutina: descargar mi acordión, la valija de Felipe y mi Biblia y probar el equipo de sonido.  El lugar estaba repleto de niños entusiasmados y obreros del Señor.  El Pastor Claudio Primo y esposa me dijeron que antes de ministrar... los niños tenían preparada una sorpresa para mi.  Me hicieron sentar en una silla delante de todos. Alguien trajo una palangana con agua.



Dos jóvenes de unos 10 a 12 años se arrodi-llaron a mis pies y me quitaron los zapatos y mis medias.  Algunos niños se apresuraron a sentarse a mi alrededor junto a mis pies. 

Luego el pastor procedió a relatar una historia a los niños: "En la ciudad de San Nicolas, a muchos kilometros de aquí, un hombre y su esposa con su pequeño amigo, llamado Felipe que vive en una maleta, vino a mi iglesia.  Yo era solo un jovencito.  Ese día mi vida fue impactada cuando ellos trajeron el gozo de Cristo Jesús y su vida y a los corazones de los niños.  Luego este mismo hombre ayudó fundar muchas iglesias en nuestro país."


Mientras él hablaba los dos mucha-chos pusieron mis pies en agua calentita .  El pastor y su esposa pusieron sus manos sobre mí y cada uno de ellos dirigieron una larga y hermosa oración mientras manitas pequeñas cariñosamente masajeaban mis pies mientras los lavaban.  Mis lágrimas brotaron a torrentes.  Pienso que vi lágrimas en las mejillas  de estos muchachitos también.  Aun ahora cuando estoy escribiendo esto mi computadora estoy inundado de lágrimas incontenibles.

Padre que estás en los cielos, ¿estás contemplando esto?  Yo sé que sí.  Jesús, ¿Tú estás llorando también? ¿Había ángeles en ese cuarto en ese momento? ¿Acaso los ángeles lloran de gozo?  Sé que dos muchachitos y un anciano jamás olvidarán este momento y lo atesorarán por toda la eternidad. 



¡Socorro!  ¡El cielo se me viene encima!

Rafael