Sunday, December 28, 2014

"Y todo por culpa de ella"

Día de la Madre Octubre 2014

Hace algunos días encontré un artículo que yo había escrito y fue publicado en la revista Pentecostal Evangel en 1979 para el Día del Madre.  Fue escrito en inglés por supuesto, pero lo hemos traducido para ustedes en español.

             MI MADRE ME ARRUINÓ (por Rafael Hiatt)

Todo fue culpa de mi madre. Ella pensaba que su llamado era evangelizar a todos los marginados. Ella nos llevaba cuando aún éramos niños pequeños a las oscuras calles donde encontraba a los marginados.  

Yo tenía seis años y no me olvido de ver las ventanas rotas, cubiertas de maderas, las botellas rotas por las calles y cucarachas en abundancia.  Lo más inolvidable eran los hombres y las mujeres.  Ellos habían llegado a lo más bajo que se pueda llegar... quebrantados por el pecado, el alcohol y Satanás.  Sus ojos rojos e hinchados proclamaban su desesperación.  Sus ropas maltrechas, sucias, harapientas y malolientes, juntamente con su falta de higiene anunciaban su desesperación.  Con frecuencia despedían olor a vómito u orina.

Nuestra tarea era de repartir folletos que anunciaban el amor de Dios, el evangelio.  Ellos se paraban para confidenciarse con un inocente niño de seis años.  Se paraban para contarme de sus hijos, su esposa, su trabajo, su negocio, y de cómo todo lo habían perdido por su vicio del alcohol, y cómo ahora trataban de ahogar sus desgracias en la misma botella que había causado sus desgracias. 

Luego los veía arrodillarse y pude ver a mi madre poner sus cariñosas manos sobre sus hombros y orar con ellos, mientras ellos sollozaban y gemían.  Nuevamente presencié el cumplimiento de la Palabra de Hebreos 4:12 "Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón".    

Mamá pensaba que su llamado era hacia un mundo de sufrimiento  y debilidad.  Visitamos hogares para ancianos, incluso un hospital del estado para moribundos pobres.  Las condiciones no eran muy buenas en ese lugar.  Los que se veía y se olía era repugnante.  

En mis recuerdos personales se destaca un episodio en especial.  Habíamos cantando un himno junto al lecho de un anciano moribundo.  Su arrugada piel se extendía sobre sus flacos huesos.  Ya no podía hablar.  Mi madre le preguntó si quería comer un helado, a lo que él consintió.  Vimos como ella le dió de comer el helado con una cucharita, pero él no lo pudo retener en la boca y lo escupió dentro de una servilleta. El ver ésto yo tenía deseos de vomitar, pero mi madre seguía pacientemente hablándole del amor de Jesús, oró con él y luego seguimos a la cama siguiente.

¿Con cuánta frecuencia hacíamos estas cosas?  Yo ya no me acuerdo.  Me parecía que cada noche por medio íbamos por las calles donde estaban los marginados y a veces los sábados a estos ancianos moribundos.  Vimos los peores casos de la humanidad.  El pecado por todos lados, en ocasiones vimos las ratas en la basura.  Vimos dolor, enfermedad y muerte. Estrechamos manos frías y casi sin vida.   

Cualquier persona que arrastra a sus niños por lugares semejantes, debiera pensarlo dos veces.  Tales escenas marcarán eternamente esas mentes infantiles.  Usted podría arruinarlos de por vida.  

Eso es lo que me sucedió a mí.  ¡YO ESTOY ARRUINADO!  Nunca pude limitarme a ver caras bonitas y gente sentadas en bancas suavemente acolchadas.  Lo que me llama a mí son los oscuros callejones llenos de pecado, donde puedo encontrar hombres y mujeres quebrantados y arruinados por el vicio y puedo poner mis manos sobre sus sucios hombros.  Yo no puedo de otra manera, porque sé lo que Jesús puede hacer por almas encadenadas al pecado. 

Hay algo que me saca de mi cómoda oficina y que me llama a las calles para abrazar el cuello de ancianos, gente abandonada, enferma, deformados y moribundos. Debo hablarles de Jesús, del precio que ÉL pagó, de la victoria que ÉL ganó para ellos.  Tengo que orar por ellos.  

¡ESTOY ARRUINADO!  Les desafío hoy a madres y padres cristianos que hagan lo mismo. ¡Arruinemos a toda una nueva generación de niños de la misma manera! 

Rafael Hiatt y su esposa Frances han servido como misioneros de las Asambleas de Dios a la Argentina desde el año 1964)

Rafael