Día de la Madre Octubre 2014
Hace algunos días encontré un artículo que yo había escrito y fue publicado en la revista Pentecostal Evangel en 1979 para el Día del Madre. Fue escrito en inglés por supuesto, pero lo hemos traducido para ustedes en español.
Hace algunos días encontré un artículo que yo había escrito y fue publicado en la revista Pentecostal Evangel en 1979 para el Día del Madre. Fue escrito en inglés por supuesto, pero lo hemos traducido para ustedes en español.
Todo fue culpa de mi madre. Ella pensaba que su
llamado era evangelizar a todos los marginados. Ella nos llevaba cuando aún
éramos niños pequeños a las oscuras calles donde encontraba a los marginados.
Yo tenía seis años y no me olvido de ver las
ventanas rotas, cubiertas de maderas, las botellas rotas por las calles y
cucarachas en abundancia. Lo más inolvidable eran los hombres y
las mujeres. Ellos habían llegado a lo más bajo que se pueda
llegar... quebrantados por el pecado, el alcohol y Satanás. Sus ojos
rojos e hinchados proclamaban su desesperación. Sus ropas maltrechas,
sucias, harapientas y malolientes, juntamente con su falta de higiene
anunciaban su desesperación. Con frecuencia despedían olor a vómito u orina.
Nuestra tarea era de repartir folletos que anunciaban el
amor de Dios, el evangelio. Ellos se paraban para confidenciarse con un
inocente niño de seis años. Se paraban para contarme de sus hijos, su esposa, su trabajo, su negocio, y de cómo todo lo habían perdido por su
vicio del alcohol, y cómo ahora trataban de ahogar sus desgracias en la misma
botella que había causado sus desgracias.
Luego los veía arrodillarse y pude ver a mi madre poner sus
cariñosas manos sobre sus hombros y orar con ellos, mientras ellos sollozaban y gemían. Nuevamente presencié el
cumplimiento de la Palabra de Hebreos 4:12 "Porque la
Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos,
y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón".
Mamá pensaba que su llamado era hacia un mundo de
sufrimiento y debilidad. Visitamos hogares para ancianos, incluso un hospital del estado para moribundos pobres. Las condiciones no eran muy buenas en ese lugar. Los que se
veía y se olía era repugnante.
En mis recuerdos personales se destaca un episodio en
especial. Habíamos cantando un himno junto al lecho de un anciano
moribundo. Su arrugada piel se extendía sobre sus flacos huesos. Ya
no podía hablar. Mi madre le preguntó si quería comer un helado, a lo que
él consintió. Vimos como ella le dió de comer el helado con una
cucharita, pero él no lo pudo retener en la boca y lo escupió dentro de una
servilleta. El ver ésto yo tenía deseos de vomitar, pero mi madre seguía
pacientemente hablándole del amor de Jesús, oró con él y luego seguimos a la cama
siguiente.
¿Con cuánta frecuencia hacíamos estas cosas? Yo ya no
me acuerdo. Me parecía que cada noche por medio íbamos por las calles
donde estaban los marginados y a veces los sábados a estos ancianos moribundos. Vimos los peores casos de la humanidad. El pecado por
todos lados, en ocasiones vimos las ratas en la basura. Vimos dolor,
enfermedad y muerte. Estrechamos manos frías y casi sin vida.
Cualquier persona que arrastra a sus niños por lugares
semejantes, debiera pensarlo dos veces. Tales escenas marcarán eternamente esas mentes infantiles. Usted podría arruinarlos
de por vida.
Eso es lo que me sucedió a mí. ¡YO ESTOY ARRUINADO!
Nunca pude limitarme a ver caras bonitas y gente sentadas en bancas suavemente acolchadas.
Lo que me llama a mí son los oscuros callejones llenos de pecado, donde puedo encontrar hombres y mujeres quebrantados y arruinados por el
vicio y puedo poner mis manos sobre sus sucios hombros. Yo no puedo de
otra manera, porque sé lo que Jesús puede hacer por almas encadenadas al
pecado.
Hay algo que me saca de mi cómoda oficina y que me llama a
las calles para abrazar el cuello de ancianos, gente abandonada, enferma,
deformados y moribundos. Debo hablarles de Jesús, del precio que ÉL pagó, de la victoria que ÉL ganó para ellos. Tengo que orar por ellos.
¡ESTOY ARRUINADO! Les desafío hoy a madres y padres cristianos que hagan lo mismo. ¡Arruinemos a toda una nueva generación de niños de la misma
manera!
Rafael Hiatt y su esposa Frances han servido como
misioneros de las Asambleas de Dios a la Argentina desde el año 1964)
Rafael