Mi devocianal de hoy: Martes 1-13-15 (En mi hogar, Modesto)
Lecturas:
Gén. 21-33 y Lucas 13
S:
Gén.
33:4 "Entonces Esaú corrió a su
encuentro y lo abrazó, y echándose sobre su cuello lo besó, y lloraron.
O:
Jacob
había engañado a su hermano mellizo, Esaú, y había huido para salvar su vida
siendo que Esaú tenía planes de matarlo. Ahora, muchos años más tarde
Jacob regresa a su casa, temiendo que Esaú no solamente lo mataría a él, sino
también a sus dos mujeres, y a sus hijos. Cuando él se entera que Esaú sale
a su encuentro con 400 hombres armados, Jacob está espantado. Pero
sabiamente envía por delante regalos a Esaú: ovejas y cabras y camellos, con la
esperanza de calmar la ira de Esaú.
Esa
misma noche, estando solo antes de cruzar el río Jacob recibió una visita
inesperada... un "Hombre". El la oscuridad de la noche se
lucharon. De alguna manera Jacob se dio cuenta que estaba peleando con
Dios mismo... y finalmente al amanecer él exclamó: "¡No te dejaré si no me bendices!"
Jacob salió de ese encuentro un hombre cambiado. No sólo que Dios le
cambió el nombre de Jacob (engañador) a Israel (el que pelea con Dios) , pero
Dios le tocó el hueso de la cadera y lo sacó fuera de su lugar, sino que
probablemente lo dejó rengueando seriamente por el resto de su vida. El
nuevo Jacob, ahora llamado Israel, fue al encuentro con Esaú. Esaú salió
corriendo para encontrarse con su hermano rengo. Se abrazaron y las
lágrimas de arrepentimiento y perdón fluyeron copiosamente.
A:
Frances
y yo, en una breve visita desde la Argentina a USA, habíamos manejado unas 700
millas desde
California para visitar a su madre y otros parientes. Un choque emocional inesperado nos esperaba cuando regresamos a su antiguo hogar. Llegamos por la puerta de atrás por la cual Frances esperaba una cálida bienvenida. Golpeamos a la puerta. Su padrastro, que siempre nos había recibido cálidamente, abrió la puerta y bruscamente nos dijo: "¿Qué es lo que quieren?" Titubeando le respondimos: "Venimos a verles." Su respuesta fue: "Pues, ya me han visto" y con un portazo cerró la puerta en nuestras narices.
California para visitar a su madre y otros parientes. Un choque emocional inesperado nos esperaba cuando regresamos a su antiguo hogar. Llegamos por la puerta de atrás por la cual Frances esperaba una cálida bienvenida. Golpeamos a la puerta. Su padrastro, que siempre nos había recibido cálidamente, abrió la puerta y bruscamente nos dijo: "¿Qué es lo que quieren?" Titubeando le respondimos: "Venimos a verles." Su respuesta fue: "Pues, ya me han visto" y con un portazo cerró la puerta en nuestras narices.
Estupefactos
nos volvimos, sin que Frances pudiera ver a su madre que estaba adentro.
Ambos nos fuimos de allí, bañados en lágrimas. Ninguno de los dos
teníamos idea alguna de qué se podría tratar esa brecha entre nosotros.
El
papá de Frances había fallecido cuando ella tenía 12 años… dejando a 8 niños
para criar y mantener. Su madre trabajaba largas horas en los
astilleros. Ella conoció y se casó con un hombre que tenía un buen
trabajo, que podía pagar la deuda de su casa y mantener su numerosa familia.
Él procedía de una infancia que había sido muy cruel y había escapado de
su hogar para buscar de mantenerse por su cuenta siendo muy como joven.
No era un bebedor. Tenía muchas cualidades excelentes.
Pero quizá, en razón del trato que recibió como niño, solía ser muy duro
con sus hijastros e hijastras. Pero esa época de su vida había quedado
atrás, y siempre conseguimos llevarnos bien con él.
Por
medio de parientes finalmente pudimos enterarnos de qué era lo que sucedía con
él. Aparentemente años atrás yo le había ofendido cuando le pedí
que tomara mi coche y llevara la novia de mi hijo, Ron, al sitio de la boda en
la cumbre del Monte Tabor. Yo asumía que él se sentiría honrado de hacer
esto. Pero él se rehusó, tanto es así que tampoco vino a la boda a pesar
de que adoraba a la novia de Ron, mi nuera Elisabet. Aparentemente en la
opinión de él, yo había violado el protocolo porque él pensaba que debía haber
sido mi hijo Ron, el novio, o la misma novia que le hubiera invitado al honor
de ser su chofer… no yo.
Ahora,
varios años más tarde vine a enterarme que él se había ofendido cuando le pedí
que llevara a la novia al lugar de la boda. Yo no tenía ni la más mínima
idea de que lo había ofendido. Mi idea había sido de darle un lugar de
honor. Ignoraba totalmente que lo había ofendido.
Retornamos
a la Argentina con un corazón quebrantado porque no pudimos enmendar esa
brecha. Juntos oramos y decidimos hacer algo para corregir esa situación.
Compramos un regalo de cumpleaños para él y se lo enviamos.
Aprovechamos toda situación posible para enviarle una tarjeta o un
regalo. Oramos por él. Durante nuestra próxima época de itinerario
misionero, regresamos a la puerta trasera de la casa, con aprehensión de cómo
seríamos recibidos. Pero esta vez la mamá de Frances abrió la puerta y su
padrastro la recibió cariñosamente. Parecía que había olvidado la
presunta ofensa. Desde esa fecha en adelante siempre nos trató bien a
nosotros y a nuestra familia. La mamá de Frances fue la primera en pasar
a la eternidad, pero hasta el día en que él falleció, siempre que le aseguramos
que lo queríamos mucho, él afirmaba "Yo no me lo merezco".
Bueno,
¿quién de nosotros merece ser amado? ¡Ciertamente no yo! "Pero
Dios demuestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo,
su único Hijo, murió por nosotros" (Romanos 5:8) .
P:
Dios,
Tú nos amaste tanto cuando aun éramos indignos pecadores, estoy seguro
que cuando Tu eres blasfemado y evitado por aquellos a quienes Tú amas tanto,
Tu tierno corazón se quebranta. Muchas veces Tú has llamado a las puertas
de nuestros corazones, solamente para recibir nuevamente un portazo en la cara.
Tú nos has enviado el regalo de Tu Hijo Amado, para ablandar nuestros corazones
, aunque lo menospreciamos, maltratamos matamos.
Pero
cuando resucitó de los muertos y regresó al cielo, ÉL dejó la puerta abierta
para nosotros, con un cartel sobre la puerta quer dice:"PERDONADOS".
Todo lo que les puedo ofrecer ahora es mi amor. Por lo tanto, hoy
me postro ante Tí y exclamo: "¡Te amo, Padre, te amo!"
Rafael.